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Crisis política, sociedad civil y movimientos sociales: mitos y expectativas
La sociedad civil es la esfera en la que los ciudadanos se
organizan de manera autónoma y diferenciada tanto del mercado y del
Estado
Resulta poco creíble que la renovación política pueda venir de organizaciones asociadas con la “clase política"
Los españoles son los europeos que más se manifiestan
Hay que observar que los movimientos actuales son capaces de combinar la acción contestataria y la institucional
Resulta poco creíble que la renovación política pueda venir de organizaciones asociadas con la “clase política"
Los españoles son los europeos que más se manifiestan
Hay que observar que los movimientos actuales son capaces de combinar la acción contestataria y la institucional
Los escándalos de corrupción, la depresión económica
y la erosión de PP y PSOE permiten imaginar un escenario de cambio
constitucional en los próximos años que a diferencia de la transición de
los 70, proceso supuestamente controlado por las elites políticas,
vendría impulsada por la sociedad civil. Este es, junto a la
transparencia, uno de los elementos comunes en los discursos sobre la
renovación política de la derecha y la izquierda social o cultural.
La sociedad civil es la esfera en la que los ciudadanos se organizan de
manera autónoma y diferenciada tanto del mercado y del Estado. Este
espacio intermedio se compone de asociaciones voluntarias –patronal y
sindicatos, ONGs, organizaciones caritativas– movimientos sociales y la
esfera pública. Con alguna excepción se señala con frecuencia que una de
las principales diferencias entre España y otras democracias
occidentales es la debilidad de su sector asociativo, incluso en
comparación con un país de la Europa meridional como Italia. Esto sería
el resultado del poder histórico de la Iglesia, de la predominancia de
estructuras clientelares opacas en la política y de una burguesía poco
dada a la innovación social.
Sin embargo es
paradójico hablar de debilidad de la sociedad civil en un país que
cuenta con estructuras de un enorme impacto social tales como la ONCE o
Caritas, o en el que la negociación de los convenios entre
organizaciones patronales y sindicatos tiene un efecto significativo en
salarios y estructura productiva.La sociedad civil española no es débil
pero está muy subordinada al Estado y tiene dificultad para actuar como
contrapoder. ONCE y Caritas son organizaciones que de hecho desarrollan
funciones públicas con el apoyo del Estado mediante la cesión de
ingresosde lotería, subvenciones o deducciones fiscales para los
donativos. La patronal y los sindicatos, reconocidos en el artículo 7
de la Constitución, se han visto afectados por un descrédito muy
similar al de la propia elite política debido a escándalos de corrupción
y su incapacidad de alcanzar acuerdos. Resulta por lo tanto poco
creíble que la renovación política pueda venir de organizaciones
asociadas con la “clase política” bien sea por relaciones de dependencia
o por su similitud con la misma.
Quizá debido a la
dependencia de la sociedad civil más organizada de los poderes públicos,
la participación política de la sociedad civil española se suele
canalizar a través de movimientos sociales. Los movimientos sociales,
lejos de ser un fenómeno espontáneo de hastío son un desafío organizado a
la autoridad del Estado que resulta de la acción colectiva de una
constelación de organizaciones. La fuerte contestación desencadenada
desde el 15M se enmarca dentro de una forma de movilización bastante
habitual de la sociedad civil española: no en vano los españoles son los europeos que más se manifiestan.
El gráfico muestra la normalización de la protesta política en España
en los últimos tiempos, al tiempo que señala su especial intensidad en
el último año.
También indica que desde el 15M se ha abierto un nuevo ciclo de movilización,
al contribuir a la activación de movimientos como l aPlataforma de
Afectadospor la Hipoteca (PAH) y las mareas ciudadanas en sanidad y
educación. El 15M ha contribuido a activar y a facilitar la convergencia
de actores tales como sindicatos de la función pública y asociaciones
de usuarios que probablemente no se hubieran coordinado de otra manera.
Un ejemplo es que los indignados se han sumado a numerosas protestas convocadas por los sindicatos a pesar de su discurso crítico con dichas organizaciones.
La principal crítica hacia el 15M ha sido su incapacidad de articular
propuestas políticas concretas. Sin embargo, hay que observar que los
movimientos actuales son capaces de combinar la acción contestataria y
la institucional. La PAH es capaz a la vez de paralizar desahucios y de
reunir más de un millón de firmas en una iniciativa legislativa popular
(ILP). Los médicos de la marea blanca han mantenido una huelga de casi
un mes en Madrid al tiempo que plantean accionesen los tribunales y
tratan de negociar las medidas con la Consejería. La combinación de
estos registros de acción colectiva suponen un desafío a las
autoridadesen la medida que promueven acciones de deslegitimación de las
autoridades al tiempo que reivindican derechos reconocidos por la
Constitución que han sido inaplicados de hecho como el derecho a la
vivienda o la participación mediante ILP.
¿Quiere
esto decir que los movimientos en curso son el embrión de un nuevo
proceso constituyente? La respuesta tiene que ser matizada, puesto que
los movimientos sociales españoles se suelen identificar con un lado del
espectro ideológico – la izquierda en el caso del 15M–
y por lo tanto no pueden de manera autónoma formular un consenso
alternativo al marco constitucional actual. El gráfico confirma que los
movimientos sociales españoles se relacionan con el ciclo político: al
cambiar el gobierno se abre un ciclo de movilización distinto. La
expulsión de dos notorios militantes socialistas de la reciente manifestación de la PAH
confirma la dificultad de que un movimiento social consiga reunir a
colectivos alejados políticamente.
Más que propuestas concretas de
cambio constitucional –al fin y al cabo la principal referencia
histórica de los movimientos sociales en España es el anarquismo– cabe
esperar que los movimientos sociales sigan cuestionando la situación
política actual como forma de obtener un cambio que tiene que venir de
las instituciones de la democracia representativa.
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