La estética capitalista se conoce.
No sorprende.
Lo que duele como el ""niño hambriento" de Miguel hernandez,
es la estética de la izquierd andaluza.
El derroche de lo público y en público.
Los placeres que cualquiera tiene derecho a disfrutar en la intimidad,
lo exponen los líderes de la izquierda ante la prensa carroñera.
Saraos sobre los manteles serigrafiados con las imágenes de Marx o del Che.
Los ensucian con los lamparones de la gula.
Vencidos por la fiel militantancia capitalista,
los comensales de las mesas progresistas han quedado reducidos a meros afiliados sin militancia.
El mayor arsenal transformador es el ejemplo.
Una lucha hasta los límites de la violencia
que no esté capitalizada por por hombres honestos,
será otro saqueo más de las ordas bárbaras
Paracelso.
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