A las 17.30 h. ya había gente esperando que abrieran el salón de actos
de la Universidad de Pablo Olavide..
La puerta infranqueable.
Guardias de seguridad la protegían, no se de que mala gente, como bravos porteros de discoteca.
En la Universidad se contagia todo.
Los malos hábito de una sociedad que ha perdido la estética lo contaminan todo.
No se que estúpida instrucción no dejo abrir las puertas.
Cerradas hasta un minuto antes de la hora de la convocatoria..
No hacía falta ser un sociólogo para saber que después de dos años de lucha en las calles de Sevilla,
gentes de todos los movimientos sociales acudirían masivamente
a este atisbo de esperanza.
Convocaba PODEMOS.
Mil personas a pasar por el ojo de la aguja de setenta centímetros de puerta.
Con un aforo para seiscientas plazas y una afluencia de mas de mil personas,
era mas que predecible una penosa situación a las puerta del inasequible local.
La única posibilidad de acceder eran los malditos setenta centímetro de abertura protegidos
por no se cuantos guardias de seguridad con defensas y grilletes.
El local disponía de otras entradas.
Siete puertas cerradas a cal y canto.
Siete puertas cerradas a cal y canto.
La situación hacia pensar que una ausencia total de inteligencia
se derramaba en la organización del acto.
A más, cuando con la experiencia de Madrid, se esperaba una gran afluencia.
Cien mas, cien menos.
Y entonces la improvisación.
El retraso en el inicio.
Numerosos organizadores, tantos como podrían haber estado en las siete puertas,
corrían proscenio arriba, proscenio abajo.
Entramos con tretas y a empujones.
Y ya sentados, en el tiempo muerto de la larga espera,
surge la profunda duda de si no estamos donde siempre.
Empujados.
Retenidos.
Queremos que las cosas sean de otra manera.
No sentirnos en un redil con angostas puertas.
Otra forma de hacer las cosas.
Que pena, porque el acto fué bellisimo.
Pero fueron palabras.
En la angosta puerta se midió, hoy,
la praxix.
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