martes, 20 de junio de 2017

20.06.17.- EL TEJEMANEJE DE LAS UNIDADES DE GESTIÓN CLÍNICA








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MANEJE





Gestión clínica: así no

Desde hace más de 15 años, el SAS incorpora en su gestión las Unidades de Gestión Clínica (UGC) que a partir del año 2006 se multiplican de manera exponencial. Pero más allá de las valoraciones triunfalistas de los diferentes gestores del Servicio Andaluz de Salud y de la Consejería de Salud, se echa en falta una valoración independiente y objetiva de las mismas.

Sobre el papel, todo perfecto. La teoría que las sustenta es impecable. Si nos vamos la página web del Servicio Andaluz de Salud, ésta la define como “un proceso de diseño organizativo que permite incorporar a los profesionales en la gestión de los recursos utilizados en su propia práctica clínica”. Y añade, entre los objetivos de las mismas, cuestiones tan loables como “fomentar la implicación de los profesionales sanitarios en la gestión de los centros, reforzar la continuidad asistencial entre ambos niveles de atención, mejorar la organización del trabajo y elevar la satisfacción de los pacientes”.

El problema es que esas bellas palabras ocultan una realidad bien distinta. Al comenzar su implantación, esas UGC sólo despertaron interés en un reducido grupo de profesionales, que crearon un puñado de Unidades en centros y servicios muy concretos. Para estimular a los profesionales, en el año 2006 las retribuciones de los trabajadores del SAS incorporaron un nuevo concepto de productividad, el llamado Complemento al Rendimiento Profesional (CRP), con una característica importante: las cantidades que perciben los profesionales por este concepto son mucho mayores cuando se está en una UGC que cuando no se forma parte de ella. Lo que estimuló a muchos profesionales que hasta entonces no habían mostrado ningún interés a incorporarse a una Unidad de gestión Clínica.

Estamos hablando de cantidades importantes. Un Jefe de UGC ha llegado a ganar hasta 12.000  euros en la paga anual de UGC. Para un facultativo “de a pie”, la cantidad supone el equivalente a dos nóminas mensuales (para otras categorías son cantidades mucho menores). Evidentemente son cantidades que pueden condicionar fuertemente la actividad de las personas que las perciben. Y aquí está el problema.

Porque quien ha decidido cómo se determina qué cantidad corresponde a cada facultativo en concepto de productividad-CRP ha fijado unos objetivos muy concretos, todos ellos relacionados con el control de gasto, y no con variables referentes a una mejor asistencia o al nivel de salud de la población atendida. Un médico de una UGC de Atención Primaria explicaba al autor de estas líneas el reparto del CRP de la siguiente manera: 


“yo tengo sobre mi mesa cuatro talonarios de cheques. 
Uno se llama recetas médicas,
 otro, petición de pruebas complementarias,
 el tercero, derivaciones a especialistas,
 y el último bajas médicas,
 y a mí me pagan el CRP para que esos talonarios se muevan lo menos posible”. 



Tal vez, por eso, desde que se implantó el CRP los usuarios del sistema se quejan de que es casi imposible que el médico de Atención Primaria les mande al Especialista. 

Al especialista se le ponen objetivos como número de pruebas complementarias, porcentaje de altas, etc. En algunas categorías, se fija como objetivo el compromiso de autocobertura de las ausencias, incluyendo la renuncia a que hay sustituciones por vacaciones. Por tanto, una primera cuestión a reivindicar, en bien de la población destinataria del Sistema Sanitario Público sería que los objetivos de la productividad dejaran de ser economicismo puro y tuvieran más que ver con el bienestar de los pacientes y usuarios.

En segundo lugar, tal y como funcionan las UGC en Andalucía, se está muy lejos de “incorporar a los profesionales en la gestión”. Por el contrario, una queja reiterada de los profesionales es el excesivo control que tienen los Jefes de las UGC y la escasa participación de los profesionales de a pie. Un médico me lo contaba así:

“un Jefe de una Unidad de Gestión de ahora es lo más parecido a un Catedrático  de los de antes o un Jefe de Servicio de los de Franco”.

Incluso, muchos de ellos, sobre todo en los Hospitales, quieren  seleccionar a su propio personal y reniegan de las Bolsas de Trabajo (que garantizan la igualdad, mérito y capacidad... y la no intromisión del jefe de turno en la selección del personal). Ver cómo en el siglo XXI se defiende la contratación “a dedo” como la panacea de la supuesta “eficacia” es ciertamente desolador. 

Qué duda cabe de que implicar a los profesionales en la gestión de la sanidad pública es una muy buena idea. Pero para que lo fuera de verdad, muchas cosas tendrían que cambiar en la gestión de las Unidades de Gestión Clínica del SAS.


Luis González Sanz
Facultativo Especialista de Área del Servicio Andaluz de Salud
 y responsable de Acción Sindical en el
 Sindicato de Sanidad de CCOO de Sevilla






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